“Donde existe una necesidad, nace un derecho”
“Donde existe una necesidad, nace un derecho”
Hace apenas tres años, los niños cuyos padres no eran trabajadores registrados estaban excluidos de uno de los derechos de la seguridad social: las asignaciones familiares.
En un mercado de trabajo que aún se está recuperando de la destrucción que causó el neoliberalismo (21,5 % de desocupación y 38% de trabajo no registrado en 2002), esto suponia una enorme injusticia para los trabajadores más desprotegidos y con salarios más bajos.
El 30 de octubre de 2009, se crea la Asignación Universal por Hijo para la Protección Social (AUH). La misma comenzó a regir a partir del 1 de Noviembre reconociendo como derecho una prestación no contributiva, similar a la que reciben los hijos de los trabajadores formales, a los hijos de las personas desocupadas, que trabajan en el mercado informal o que ganan menos del salario mínimo, vital y móvil. Consiste en el pago mensual de 340 pesos para niños menores de 18 años y de 1200 pesos para chicos con discapacidad sin límite de edad.
Impacto de la asignación
La medida llega a 1.876.311 hogares distribuidos en todo el país, cubriendo a 3.508.060 niños y adolescentes.
Un dato interesante es que en mayo del año 2010, esta medida alcanzaba a 3.700.000 chicos. Es decir que se produjo una notable disminución como resultado de un aumento del trabajo formal.
La asignación es la prolongación del sistema de asignaciones familiares y en conjunto alcanzan a 7.345.024, el 59,6 % de los niños y adolescentes del país.
Asimismo produce un efecto dinamizador del mercado interno ya que cada uno de los $ 5206 millones por año que se entregan a los compañeros más humildes, implica un crecimiento de la demanda agregada de entre $ 2,72 y $ 3,65.
Los lectores de esta nota seguramente tienen claro el valor de esta política, porque lo viven en carne propia o lo ven en cada familia trabajadora con la que militan, pero nos parece interesante discutir con aquellos argumentos o prejuicios que circulan en la sociedad y que muchas veces se convierten en sentido común en una parte del propio pueblo.
Los profetas del odio (y sus involuntarios acólitos)
1. “Estoy en contra de los planes”
La catástrofe social de los 90 vino acompañada por diferentes “planes” asistenciales que buscaron paliar el empobrecimiento que causaban las políticas económicas liberales.
Estos planes (Caja PAN en los 80, Trabajar en 1996, Jefes de Hogar 2002) vinieron acompañados de la estigmatización de sus beneficiarios y estaban inscriptos en una lógica asistencial y focalizada.
El principal mérito de la asignación, que es discutido y reconocido en el ámbito académico, es haber superado la lógica asistencial para asumirse desde la seguridad social. Se reconoce a un titular de derecho que no esta limitado por un cupo ni necesita intermediaciones.
No se trata de un “plan social” como asistencia a los pobres, sino que es el reconocimiento de un derecho preexistente al conjunto de los trabajadores. Incluso a los no registrados y a los temporalmente desocupados.
2. “Incentiva la vagancia”
Esta zoncera muy difundida fue asumida por un gobernador opositor, quién en un encuentro con la presidenta la increpó postulando que a causa de esta política “no se consiguen trabajadores para la cosecha”. La presidenta le respondió que lo que no se consigue es gente para explotar, porque la asignación funciona como un piso mínimo que se debe pagar a un trabajador dignificado.
Asimismo, es falso que las familias rechacen trabajo registrado para “no perder el plan”, ya que la AUH se transforma inmediatamente en la asignación familiar regular cuando se consigue empleo registrado.
Esta incompatibilidad entre trabajo registrado y beneficio social era propia de la lógica asistencial del neoliberalismo, donde se perdían los “planes” de empleo cuando se conseguía trabajo registrado. Ya explicamos que estamos frente a un derecho de seguridad social.
Por último es inconsistente ese planteo en momentos donde el empleo crece constantemente.
3. “Lo que hay que hacer es dar trabajo y educación”
Esta zoncera postula que en lugar de generar trabajo y educación el gobierno solo entrega dinero. Construye una falsa oposición entre reconocimiento de derechos y generación de trabajo.
Lo que más indigna es que estos argumentos salgan de la boca de los personajes que fabricaron en serie desocupados en los 90.
La realidad choca contra el prejuicio una vez más. Este gobierno es el que más trabajo generó probablemente en toda la historia, ya que arrancando de un piso bajísimo (22% de desocupación en el 2002), logró niveles de desempleo relativamente bajos en términos históricos.
Esta claro además que el modelo económico de industrialización en marcha es el único que puede devolvernos el pleno empleo que es claramente, y solo para nosotros, el objetivo a alcanzar.
Estamos seguros que al finalizar este tercer gobierno popular vamos a estar cerca de ese objetivo, bajando al menos 3 puntos más el desempleo que hoy se encuentra en un 7%.
Además, durante este gobierno el financiamiento de la educación superó el 6% del PBI y se construyeron 1200 escuelas. No se falta aclarar nada más.
4. “Se paga con dinero de los jubilados”
Otra de las falacias con las que suelen argumentar en contra de la asignación es el origen de los fondos. Son los sectores social-liberales los que cuestionan que se pague “con la plata de los jubilados”.
Dos argumentos dan por tierra con esa crítica.
En primer lugar, la comprensión histórica.
En noviembre del 2008, en el peor momento de este gobierno, el senado aprobó la ley que terminaba con las AFJP.
Las Administradores de fondos de jubilación y pensión fueron sin dudas, el punto más alto de la entrega liberal. Se les daba al capital financiero el control y administración del 11% del total de la masa salarial argentina. Una fortuna. Con una comisión leonina del 31% (¡!!) de los aportes. Para que lo entiendas bien, se quedaban con el 11% de todos los suelos para hacer inversiones en sus propias empresas, pero además y legalmente se quedaban con el 31% de esos aportes. Te lo digo otra vez, las AFJP incorporaban a su patrimonio todos los meses más del 3% del total de los salarios del país y administraban discrecionalmente el resto.
Un robo indignante. Y ahora algunos se quejan de que se paga la asignación con ese dinero que se robaba el capital financiero.
Pero hay más. Hay que aclarar que el dinero de la ANSES no es necesariamente el “dinero de los jubilados”, aunque sea una buena consigna, sino de los trabajadores.
La Anses cuenta para financiarse con los aportes de los trabajadores, el Fondo de Garantía Sustentable (la plata que administraban las AFJP para las capitalizaciones individuales) y una buena parte de sus ingresos provienen de rentas generales.
Por lo tanto, los fondos de la Anses son, tautológicamente, los fondos de la seguridad social de los trabajadores argentinos.
Por lo tanto, no hay objeción honesta a que sea la ANSES quién pague la AUH.
5. “Fomenta el clientelismo político”
Primero tenemos que decir que la categoría “clientelismo” suele ser la expresión con que se denigra a los sectores populares, creyendo que son incapaces de decidir por su cuenta y que son “fáciles de comprar por los planes o el chori y la coca”.
Sin embargo, y asumiendo entre pinzas que los llamados planes sociales focalizados y entregados discrecionalmente pudieron ser utilizados como forma de ganar lealtad política, hay que recordar que la asignación universal tiene una lógica absolutamente diferente.
No necesita intermediarios de ningún tipo, no tiene cupo, no necesita gestores. La asignación es para todos los que cumplan los requisitos que plantea el decreto.
Por lo tanto, no resiste ningún análisis el supuesto uso clientelar de la asignación, ya que se trata de un derecho de la seguridad social.
La conquista de derechos produce alegría
Los que pudimos tomar unos mates con algunas de las familias a las que les cambio la vida este derecho tenemos otra visión.
La gran mayoría de sus beneficiarios son trabajadores no registrados que trabajan tanto o más que los que tenemos trabajo en blanco. Tal vez sería más ajustado pensar que los subsidiados no son ellos, si no que a costa de aportes jubilatorios, obra social y derechos laborales, en realidad son ellos los que están subsidiando a sus empleadores.
Las familias cuentan que sienten que la AUH es “el dinero de los chicos” y suelen darle un uso por fuera de los gastos ordinarios, dedicándolos a ropa, útiles o mejoras del hogar.
Para las familias más empobrecidas, muchas veces a cargo de mujeres jóvenes, es un ingreso básico sobre el que pueden planificar y al que complementan con las changas que no siempre salen.
Para muchos es la diferencia entre la dignidad y la desesperación. Para todos es un derecho. Para la Argentina un paso más en la conquista de la Justicia Social.